

Deseaba que fueras tú. Lo deseaba con toda mi alma. El aire que se escapaba de tus labios chocaba en mi cuello, resbalando por mi espalda como un susurro, como una brisa de aire veraniego. Tus manos en principio unidas a las mías ahora cobraban vida propia para recorrer cada centímetro de mi piel. Despacio. Sin prisa. Primero bajando por mis brazos hasta llegar a mi espalda. Después, llegando a mis muslos pasando antes por mi vientre, para acabar haciéndome cosquillas de las tuyas. Con cada roce de tu piel se erizaban todos mis sentidos. Ahora no era el aire sino tus labios los que, suavemente, descendían por mi cuello hacia mis hombros, esa sensación que tanto me gustaba se iba apoderando de todo mi ser, lentamente. Estaba inmóvil, no me podía mover con total libertad. Con cada movimiento de tu cuerpo con el mío notaba el roce de tu piel excitándome hasta límites insospechados. Mis piernas, juntas hasta ahora, se separaban lentamente debido a la presión que ejercían tus manos sobre ellas. La venda de los ojos me impedía verte pero no olerte. Respiro cada vez más profundamente, tu sudor y el mío se van mezclando poco a poco, sin prisa aunque cada vez con menos pausa. Deseo morderte, besarte y tocarte desesperadamente.. La tensión es insoportable, muerdo la mordaza con todas mis fuerzas como último remedio para ahogar mis gemidos y dejar fluir mis emociones mientras tú te empeñas en dominar la furia de mi cuerpo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario